miércoles, marzo 07, 2007

No era a fruyele de frutilla.

Estaba sentada y vi la billetera. La abrí sin pensar y vi un chicle. Que rico seria probar un poco del chicle, quizás solo la mitad, para tener la otra mitad para otro día.
Que sorpresa fue encontrarle un sabor tan característico. Y no es que el chicle no sabiera a chicle ni a frutillas. Era que sabía a la tarde del martes, sabía a bancas y parques, sabía a compañía y pies cansados. Es que Sabía a ti.
Ya no queda chicle.

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